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Coldplay en Argentina (EULP)

Coldplay en Argentina (EULP)

Nota: Maxi Rivera

La previa de un show de estadio es bastante agotadora y en este caso no fue la excepción. Las puertas se habían abierto a las 16, pero a las 18:30 había ¡10 cuadras de cola para ingresar al campo! Cinco cuadras caminando en sentido contrario al estadio, pegar la vuelta y volver. Embole total que uno trata de apaciguar conversando con alguien hasta que de repente ya no queda nada de lo que conversar. Por suerte avanzaba rápido y la gente se comportó bastante bien en cuanto al hecho de colarse, porque los que van a ver a Coldplay son gente como uno, ¿viste?

Pasadas las 19:30 pude ingresar al bendito y maravilloso Estadio Único de La Plata. Como tenía campo con acceso a general, luego de recibir la fantástica Xyloband y un pin con la palabra Love, me senté en uno de los escalones de la tribuna mientras observaba a una minita cantando en el escenario. En las pantallas se podía leer “Dua Lipa”. Ni idea de quién era pero al parecer tenía muchos fans cantando sus canciones. Por un momento me sentí tan desubicado como Rob Fleming, el personaje de la novela Alta fidelidad de Nick Hornby. De repente, artistas de los que nunca escuchaste hablar vienen a tu país y agotan entradas como si nada, entonces entendés que dejaste de actualizarte y que ya no sos un pendejo a la caza de cualquier novedad. Son signos del paso del tiempo, son instantes en los que me digo: ya no estás para el rock de estadios. Otro síntoma de eso fue el hecho de quedarme ahí sentado y entender que desde la tribuna lo iba a ver y disfrutar mucho mejor que en el campo, ni ganas de estar parado esperando a que empezara como hago casi siempre, ni ganas de abrirme paso hasta adelante. Esta chica Dua Lipa terminó su perfomance a eso de las 20:20, Coldplay estaba anunciado para las 21:00, faltaba nada. Pero no, empezó 21:35. Antes de eso en las tribunas hicimos olas hasta cansarnos y nos tuvimos que fumar música tecno y como 20 minutos de ese sonido ambient tipo Brian Eno que no sabés si te incita a pensar en hacer meditación o a probar alucinógenos. Pero bueno, vayamos a lo importante, sólo quería contar esto para que no quede en el olvido que los magníficos shows de estadio también tienen su lado B.

 

Cuando se apagaron las luces, las Xylobands de todos los asistentes se pusieron de color rojo, y ahí nomás arrancó el show con A head full of dreams, la canción que da título tanto a su última producción discográfica como a esta monstruosa gira. La visión del estadio iluminado con las Xylobands es gratificante, es una manera de ser parte de eso que fuiste a ver desde cualquier lugar en el que estés. Lo que sí, tengo que decirlo, se escuchaba pésimo, retumbaba mal y es ahí cuando en tu cabeza resuena como un mantra la frase “maten al sonidista, maten al sonidista”. Al tercer tema me paré y me fui para el campo, se seguía escuchando mal, hasta que pasé la línea del mangrullo y ahí ya era otra cosa, mucho más disfrutable, así que me quedé parado a un costado tratando de ver entre una maraña de celulares a esos cuatro hombrecitos que estaban en el escenario, pero no pude ver casi nada así que me tuve que conformar con la pantalla. Más allá de eso, este tipo de incomodidades en nada opacan la majestuosidad del show que dan estos tipos que pelean palmo a palmo con U2 para llevarse la mención como capos del rock de estadios, a lo sumo opacan tu manera de disfrutarlo, pero no la calidad del show en sí. Eso sí, punto para U2 en el ítem altura del escenario, en el show del arbolito no había lugar desde el cual no se viera.

Pero volvamos a Coldplay, Cris Martin es un frontman impecable, dueño de una gran habilidad en el manejo de los climas y un excelente estado físico que te permite ver a un artista del carajo. El tipo corre de acá para allá, canta como los dioses, toca la guitarra, toca el piano, se lo pasa agradeciendo y tiene cero pose de estrella, es humildad pura. Habló mucho en español, pidió disculpas varias veces, pidió una oración por los cinco rosarinos fallecidos en el atentado terrorista de Nueva York y agradeció al público por haber venido desde lejos bancándose la distancia y el tráfico. Lo que sí, por momentos muestra un demagogia un tanto exacerbada, no hace falta decir cosas del tipo “son el mejor público del mundo, los amamos”, o pasearse todo el show con un pañuelo con los colores de nuestro país colgando de el bolsillo trasero de su pantalón (cosa que hace con la bandera de cada país al que va). Esas cosas tuvieron sentido hasta mediados de los 90 cuando la oferta de shows internacionales era a cuentagotas y no tenías tanta información acerca de lo que ocurre en otros lugares del mundo. Hoy no hace falta eso, con agradecer y decir que somos muy cálidos y quilomberos basta y sobra. Pero volvamos al show: la lista de temas fue impecable, no faltó ningún hit, no faltaron globos, ni papelitos ni pirotecnia. No hubo respiro, fue todo intensidad pura, algo que muchos definieron como un carnaval carioca costoso y futurista. Para los momentos intimistas la banda se trasladó al centro del estadio, el B-stage, para hacer Always in my head, Magic y Everglow. Terminada la intimidad volvió la pirotecnia y el show estilo siglo XXI donde brillaron esas canciones que de un tiempo a esta parte se notan a la legua que fueron escritas y pensadas para los shows de estadio, con muchos oh-oh y ah-ah en el estribillo, es decir, Hymn for the weekend, Viva la vida y Adventure of a lifetime (con los monos del videoclip bailando en la pantalla). Párrafo aparte para Fix you, donde Cris Martin seduce cantando acostado en el piso del B-Stage mientras la iluminación y los efectos hace que por momentos esté girando dentro de un mándala. Hasta que llegó el momento de la sorpresa que no fue sorpresa (todavía no sé si putear o agradecer a esa persona que spoileó la prueba de sonido en Brasil), la banda tributando a Soda Stereo con un cover de De música ligera. A esa altura ya no importaba que no fuera sorpresa, la emoción y la sensación que se vivió en ese instante de euforia fue indescriptible. Cerati estaba entre las estrellas brillando más que nunca, y encima Cris se animó al eterno “Gracias totales”. Ojo, no es que haya sido una interpretación brillante, pero lo que más se valoró fue el gesto de querer tributar a una de las mejores bandas del rock en castellano. Luego de eso se apagó todo y quedamos a la espera de los bises. La cosa arrancó en el C-Stage, un cuadrado que está bien al fondo del campo, cerquita de las ubicaciones más económicas. Después de una versión de «In my place» cantada por el baterista Will Champion, Martin hizo subir a una pequeña orquesta con violines, piano y bandoneón para la última sorpresa de la noche. «Este es nuestro tango, es la primera y quizás la última vez que la toquemos», dijo el cantante antes de «Amor Argentina», una especie de tango o algo así. «Lo siento señor, no hablo español, el idioma del sol, porque soy idiota. Del amor soy explorador, porque este lugar es profundo, hay amor para todo el mundo», canta Cris y el público delira. Después de ese breve acercamiento al público del fondo llegó el momento del sprint final con Life is beautiful, Something just like this, sky full of stars y la grandiosa Up & up con las imágenes de ese hermoso video surrealista dirigido por Vania Heymann y Gal Muggia estallando en la pantalla y dándole un final sublime a un show mágico. Y disfruté tanto de ese momento que desde que volví a casa escuché esa canción una parva de veces como si fuera un adolescente más. En fin, la banda saludó, lluvia de papelitos con forma de estrella y fuegos artificiales a más no poder. Las Xylobands quedaron encendidas y se apagaron cuando nos alejamos un par de cuadras del estadio. Ya había pasado todo, la previa, la espera, la incomodidad, pero me había dado el gusto de ver a esta banda cuyas canciones aún decoran el video de mi boda. Una banda que en un principio musicalizó nuestra melancolía y ahora sigue empeñada en transmitirnos ganas de vivir y disfrutar la vida. Por lo visto, la cabeza seguirá llena de sueños por mucho tiempo.

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