Luis Salinas
Nota: Max Rivera
En una noche de lujo, el genial guitarrista argentino le brindó a su público una muestra itinerante de música latinoamericana para terminar con una versión instrumental de Sweet home Chicago. Y no era para menos, más allá de lo placentero que es ver su particular interpretación de los clásicos de nuestra música, Luis Salinas no se podía ir de un lugar como Mister Jones sin tocar algo de blues.
Pero mejor vayamos por parte. Salinas arrancó la noche sentado, ocupando el centro del escenario e interpretando en soledad una versión magistral de El día que me quieras, el inolvidable tango de Gardel y Lepera. Ensimismado y con los ojos cerrados, haciendo un perfecto equilibrio entre la pasión y la precisión, sus manos le fueron arrancando a la guitarra las notas adecuadas para crear el clima correcto. Porque ver un show de Salinas en un lugar como Mister Jones acorta mucho la distancia entre el escenario y los que estamos de este lado, ya que podemos contemplar bien de cerca sus gestos, sus movimientos, su técnica de ejecución sin tener que hacerlo mediante una pantalla de vídeo, como suele suceder en lugares con capacidad para miles de personas.
Luego de los aplausos, y a medida que avanzaba el setlist, fueron subiendo los músicos que lo acompañaban. Alejandro Tula apareció primero para hacerse cargo de la percusión e interpretar Alfonsina y el mar, la inolvidable composición de Ariel Ramírez. Luego fue el turno del bajista Juancho Farías Gómez para, ya los tres, seguir con la veta folclórica y despacharse con la zamba Al jardín de la república, compuesta por Virgilio Carmona pero que la mayoría de la gente de mi generación conoció a través de Mercedes Sosa y Los Chalchareros. A esa altura no hizo falta que Luis cantara o anunciara ninguna de estas canciones (de hecho, no lo hizo en ningún momento), esas melodías son parte del gen cultural argentino y es imposible no reconocerlas.
Y ya en tercer lugar, la estrella de la noche se encargó de presentar a “una de las cosas más hermosas que me pasaron”, se refería nada más ni nada menos que a su hijo Juan Salinas, que con apenas 17 años no le va en zaga al hecho de tocar con su padre, ya que ejecuta el instrumento con asombroso feeling y precisión. Los dos interpretaron Caricia, entregándonos un hermoso momento de íntima comunión musical entre padre e hijo.
Luego el show siguió su recorrido por estilos como la bossa nova y el bolero, intercalando pasajes de alta improvisación donde cada uno de los músicos tuvo espacio para lucir su virtuosismo y dejarnos boquiabiertos, y en donde gracias a una pedalera de efectos, el gran Luis hizo que su guitarra sonara como un bandoneón, como un teclado y hasta como una persona tarareando. Y ya que hablamos de bandoneón, había llegado la hora de volver a los autores argentinos. Y lo hizo cantando Nada, el tango de Horacio Sanguinetti que se hizo célebre en la voz del eterno Julio Sosa. Y para ir terminando, antes de los bises, llegó una versión súper extendida de Cuenta conmigo, el bolero de Chico Novarro, con final apoteósico incluido, en donde el guitarrista hizo tararear al público la coda de esta canción al mejor estilo Paul Mc Cartney cada vez que toca Hey Jude. Primero los de este lado, ahora los del otro, ustedes esta melodía, ustedes esta otra, ahora todos juntos. Y así hasta que se nos quedara grabada en la cabeza. A tal punto que todavía la estoy cantando.
Y para el final, sí, lo que les conté al principio. ¡Tocate un blues! Le gritó alguien del público apenas asomó su cabeza para volver al escenario. Así que ahí estaba el gran Luis Salinas, se puso de pie, le dijo a su hijo que le suba el volumen a su strato y allá vamos, Sweet home Chicago, improvisada, instrumental, majestuosa, como regalo final, porque sí, porque Luis Salinas no se podía ir de Mister Jones sin tocar un Blues. Gracias Luisito. Será hasta la próxima.